¿Alguien vio “Paris”? No “Paris je t’aime”, simplemente
PARIS, la película francesa. Si alguien la vio, le pido que identifique la parte en que se enfoca al historiador. Básicamente, un hombre grande, profesor de historia de la Sorbonne, está rodeado de académicos que se ensañan con detalles de detalles de detalles de los temas que investigan, o en otros términos, que cavan sus propias cuevas intelectuales en las que aparentemente tienen vidas plenas e intensas, ya que se regocijan con el saber, con la erudición… A este profesor, al que esta modalidad de vida no le termina de cerrar, le ofrecen un trabajo en la televisión cuyo fin es “democratizar” el conocimiento histórico, volverlo accesible a la plebe no intelectualoide. La contrariedad es simple: haciendo popular el saber, los hilos finos del entretejido histórico deben ser resignados. Hay que simplificar. Como para cualquier intelectual, dejar de lado los hilos finos representa un precio alto para este profesor, en tanto que las delicadas y sutiles complejidades más sabrosas de las investigaciones se vuelven vanas, insignificantes. Otro factor que influye es que los de la tele pagan bien. Y sí, es claro que influye. El amor por el conocimiento sin plata simplemente no alimenta ni necesidades básicas ni necesidades generadas por el entorno social.
Entonces, este profesor se encuentra en
un dilema: o se niega a colaborar con los medios y hunde por siempre su cabeza de avestruz dentro de la madriguera del conejo blanco de Alicia y se pierde en el mundo de lo trascendente, u opta por una cotidianidad más bien mundana y, podríamos decir, traiciona su causa -al menos en cierto aspecto- buscando la riqueza y la satisfacción en el intercambio diario con el común denominador de los mortales, interesados por cierto en el saber, pero no taaaan en extremo.
Esto es solo una parte del principio de la película, así que, si todavía no la vieron, no se preocupen porque no les conté nada relevante, pero mírenla porque está buena. Me dirijo a aquellos que ubican a este personaje y a su problema (aclaro: a nadie se le prohibe leer este post, solo que es recomendable primero ver la peli).
El tema es este. Me fui a Córdoba, a unas jornadas de Filosofía. Tal como me habían anticipado, no hay una discusión filosófica realmente enriquecedora en estos encuentros, sino que son líneas que se suman al CV para poder ganar becas y subsistir al menos un tiempo con plata del Estado destinada a investigación. A ver, para mí fue muy agradable, porque las pocas personas que estaban en mi ponencia hicieron aportes interesantes y porque fue sumamente ameno. A su vez, yo no tuve vacaciones este año, y como pequeña escapada, ir a conocer Córdoba con amigos y compañeros que aprecio y con los que paso buenos ratos es super genial. Pero volví con un gusto amargo, y tiene que ver con lo que describí que se ve (o que yo veo) en la película respecto de este profesor. ¿Cómo sintetizarlo?
Digamos que hay dos pilares:
(1) X dijo que le llamaba la atención como los estudiantes de abogacía pueden cursar, si quieren, toda la carrera de forma laxa y después tener la autoridad como para decidir sobre
la libertad de los individuos. La abogacía, siguiendo esta línea, debería ser considerada como una mera técnica, una ingeniería fundada en un profundo planteo acerca de las bases sobre la que se constituye el derecho. Este profundo planteo no existe, los textos son sagrados, atentar contra ellos es una osadía, no importa que hayan sido escrito hace 10, 100 o 1000 años. Pero en la Religión existe una fuerte corriente crítica al dogmatismo, ¿por qué en el Derecho no? O, si existe, ¿por qué no es un “algo” central de la carrera? La teoría debe guiar a la práctica, fundamentarla...
No llegamos a la tesis del filósofo rey de Platón… Pero medio que casi, no? Es decir, hemos probado sistemas sostenidos en la teoría, y no podemos decir que fueron increiblemente excelentes y perfectos en todas sus facetas. Un ejemplo actual y cotidiano, probablemente malo, es el intento de la Facultad de Filosofía y Letras de ser un espacio de reflexión, de evaluación y elucidación, de fundamentación… ¿En que sentido este espacio es mejor que la facultad de Derecho o que la facultad de Medicina? Soy blanco fácil de crítica en esta instancia porque la tendencia política de extrema izquierda consideraría un horror atenerse únicamente a cuestiones de los estudiantes: eso implicaría silenciar urgencias sociales, desligarse de la situación del mundo. Esta es una pequeña parte de por qué es mejor nuestra facultad, la lucha por causas del mundo. ¿Pero funciona mejor? No, claro que no. Es un caos (conste que estoy enamorada de Puan y cuando estaba en TEA extrañaba este caos). Pero ocuparse de la funcionalidad es ya inclinarse a la derecha, y eso está penalizado. Más allá de mis opiniones políticas –que, aunque parezcan ser absolutamente contrarias a la tendencia de la facu, en realidad, no lo son tanto. Es solo que no acepto cassette de personas adoctrinas en determinados credos- la pregunta es ¿realmente somos capaces nosotros de esa teoría que se permite observar los problemas mundanos y, en especial, decir que sabe como mejorarlos, para dar lugar después a los especialistas en aplicar técnica (apoyada en la teoría) a obrar según el paradigma vigente? Y acá aparece (2).
(2) Z se preguntó cómo es posible que un jugador de futbol, no importa quien, que tiene una barbaridad de dinero no contrate un profesor para que le enseñe a
hablar bien en tanto ESO es no solo importante sino
LO MÁS esencial en la vida. El tema es el siguiente: yo estoy de acuerdo con decir que una persona culta, o al menos alfabetizada, es quizá más libre que alguien que no puede comprender una gran parte del mundo porque no tiene acceso; pareciera, a simple vista, que una persona que está bien educada tiene más posibilidades de elegir. Pareciera, y en mi opinión, es un hecho. El problema es que la persona que hace este planteo no se cuestiona si el jugador de futbol no está interesado en aprender lo que para ella es tan importante porque su vida pasa por otro lado, sino que lo considera un tonto. No se detiene a pensar que también puede la vida del jugador ser plena, grata y valorable -porque en realidad nunca la eligió-. En cierto sentido, es cierto. ¿Cómo hablar de elección si al parecer no hubo opción? Pero ¿por qué descalificar?
Y esto es algo muy propio de círculos determinados de Filo, esta idea de, por así llamarlo,
elitismo. No me quiero extender mucho más porque ando con fiebre y quisiera tirarme a dormir. Simplemente quiero destacar que me indigna una y otra y otra vez esta cara del ámbito intelectual que cada vez voy conociendo más. El dilema que plantea el profesor de la película es algo que tengo en mente a diario -no de la misma forma, pero creo que es una buena imagen de lo que busco transmitir-. La filosofía, para mi, tiene que ver con abrir, abrir cabezas, caminos, horizontes. Si bien conozco mucha gente que tiene mundos inagotables, cabezas aparentemente super receptivas, miradas que observan cada detalle de distintos ámbitos de la vida, encuentro en todos esa constante de soberbia, de altanería (quizá implícita), que a mi parecer no hace más que cerrar,
encerrar. Y así, enclaustrados en la crítica y el análisis de una realidad mundana, eventualmente se sienten parte pero suelen sentir que pueden ver desde afuera, lo cual genera esa idea de
omnipotencia a fin de cuentas tan etérea.
Me indigna porque creo fervientemente que estar de lleno en el mundo, estar comprometido con él, es un eje de toda posible ideología que no implique descalificaciones ni subestimaciones de ningún área de la sociedad. Y sin embargo, en la práctica, tomo decisiones que delatan mi deseo de querer formar parte del mundo académico, y de última, después, sólo después, una vez asegurado un futuro económico más o menos aceptable, ver que hacer con esta molestia que siento. He aquí mi dilema.