Aclaración: Claudia es un personaje de un personaje de mi imaginación, el cuál al parecer es escritor y uno de sus escritos versa sobre esta mujer, Claudia. A su vez, Claudia escribe y uno de sus personajes es Fabiana, cuyos fragmentos están dispersados a lo largo de este Blog. ¿Qué es mío? ¿Qué es de mi alter ego que describe aspectos de Claudia? ¿Qué es de Claudia? ¿Qué es de Fabiana? Ni yo lo sé, somos tal vez demasiadas mujeres ocupando un mismo Blog que en fin de cuentas no es sobre nadie en particular.
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Punto Cero
Claudia. Claudia González. Ella irrumpió en mi fantasía el día que Claudia me llamó por teléfono y yo tenía escrita una historia cuya protagonista permanecía sin nombre. No debía tener nombre. No me gusta nombrar. Es una falta de respeto. Digo, es una falta de respeto dar nombres porque es exponer y determinar, y yo sólo quiero describir (figuras y movimientos enmarcados espacio-temporalmente) ¿Para qué invadir? Claudia me llamó por teléfono y entonces la historia me obligó a referir. Del mero sentido a la referencia. Y al fin y al cabo, ¿no es lo único que importa el que ustedes entiendan la referencia ? “Ella”, antes. Pero se mezclaba con otras “ella” determinadas solo por contexto y a veces ni siquiera. “Ella” solita, perfecta, ya toda armadita y sólida. Por eso eligió nombre (y no límite) y se individuó primero de su otro GRAN “ella”, su madre, con la que se fundía y confundía desde el primer párrafo quizá porque nunca se había atrevido, hasta entonces, a romper del todo el cordón umbilical. Con las palabras osó empezar a separar instancias. Mesa. Silla. Madre. Hija. Tu mano. La mía. Con miedos adolescentes en edad adulta. Miedo a perder su esencia en lo que parecía tan propio tan suyo en esos tantos no “ella”. Miedo a ese ser una gran nada y tener que crear, de la nada, algo suyo propio pero suyo en serio al fin. Ex nihilo nihil fit… Es que es una postura ontológica fuerte hablar. Es que es una postura ontológica fuerte crecer. Pero ¿y el silencio? Me preguntarán. Claro, Claudia callada. Pero el silencio, negligente silencio que habita y habilita lo inhumano, silencio tan falto de connotaciones explícitas (¿es posible?) y de transparencia, silencio premiado por juicios sintéticos a posteriori, silencio del que sabe, del que entiende, del que no dice porque no vale la pena, silencio del que oye, escucha e incorpora, silencio de la mesura y de la virtud, o del que se autoatraviesa por su YO mismo inhibiendo cualquier yo mundano, silencio que lleva a la muerte. Claudia no es silencio, es papel, y el papel grita. Así, la objetividad del lenguaje, la objetividad de la ciencia, así, la objetividad de Claudia…
1 comentario:
Acá me pide el perro Alozarena que le agradezca por pasarse por su blog (el cual yo le gerento, dado que él no dispone de pulgares opuestos)
y lo que es yo, ya siendo yo, y no uno de mis personajes (a quienes temo y trato de mantener alejados de mí), le comento que me resulta grato encontrarme con algo bello que por suerte no entiendo.
Suscrito ya, me aferro entonces a la esperanza de entender de pronto algo, no ya tuyo, no ya de claudia. Entender nomás, que la belleza es verdad, así que algo cierto debe haber dando vueltas por acá.
Saludos.
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