"Otto e mezzo (Ocho y Medio en castellano, de ahora en más 8 ½) es una de las más conocidas películas del director de cine Federico Fellini (1963), concebida como formando parte de la corriente neorrealista italiana. En el neorrealismo, fuertemente influenciado por el movimiento realista poético francés, la figura del director es clave. Así, las realizaciones cinematográficas italianas de los ‘60 suelen denominarse “cine de autor”. El movimiento neorrealista se caracteriza por distanciarse de cuestiones políticas para mostrar una realidad social cuyo trasfondo es la profunda depresión posguerra que impera en el continente europeo. De este modo, es recurrente tanto la representación de la situación económica precaria como la de la frustración y crisis -con matices existencialistas- que predominan a nivel social. En particular, la película de Fellini se centra en el acto de creación en sí mismo. Dado que es autorreferencial y autobiográfico, 8 ½ muestra el proceso de su propia gestación a través de la representación del proceso de síntesis interno del director, en el cual se entremezclan sus recuerdos, sus fantasías y la realidad.
Cuestiones generales
8 ½ es autorreferencial respecto de sí misma en tanto muestra el proceso de su propia gestación: está plasmado como ésta va naciendo de una síntesis interna que arduamente logra elaborar el director. Es autorreferencial, en un segundo sentido, respecto de Fellini consigo mismo: el director que personifica el actor Marcello Mastroianni, Guido, que es el protagonista de la historia, representa a Fellini mismo, director real, en el transcurso del proceso de creación real de 8 ½. Es autobiográfica en tanto los personajes, los hechos, los recuerdos de Guido y sus fantasías representan la realidad de Fellini, su entorno, sus propios recuerdos y fantasías. En consecuencia, en la película hay varios niveles pero para este breve análisis alcanza con señalar al menos tres: el nivel de la película en sí, el nivel del proceso creación de la película dentro de la película misma y el nivel de la autobiografía del director, que es el nivel de la historia.
En el aspecto formal, es difícil reconocer límites definidos porque, si bien identificamos una narrativa, la sucesión cronológica y la estructura causal de los eventos se ven alteradas por recursos como la iteración extrema, la dilatación hiperbólica de un instante o la trivialización de momentos dramáticos. Se apela a la intertextualidad: es en virtud de la mezcla entre hechos que tienen lugar en un espacio-tiempo determinados, siempre involucrando de manera directa al protagonista, recuerdos de éste, que no tienen demasiadas referencias específicas, y fantasías, reconocibles por lo cómico o incluso por lo absurdo de la situación, que se va constituyendo la trama. La historia se va dibujando a través de contenidos más que de formas.
No hay una cristalización de conceptos, ni estereotipos de personajes. Más bien, la película es un espacio de libre diálogo entre distintas perspectivas de la sociedad (el mundo de la religión/de la liberación sexual, el mundo del marketing/del arte, el mundo conservador/de la ruptura, etc.) que a su vez tiene lugar dentro del restringido margen de lo que el director es capaz percibir en ese momento de su vida. Las estructuras de sentido son abiertas, es decir que se neutraliza la resolución de los conflictos en tanto que se rechaza toda respuesta definitiva a los enigmas que se plantean. Esto nos invita a pensar que el rol del espectador paradigmático es activo, que es un “co-jugador" en este juego propuesto por 8 ½ que, en tanto proceso creador hecho objeto estético, genera rupturas de la linealidad entre significado y significante que permiten repreguntar, cuestionar el orden instituido, resignificar y hacer visible lo invisible.
En el aspecto formal, es difícil reconocer límites definidos porque, si bien identificamos una narrativa, la sucesión cronológica y la estructura causal de los eventos se ven alteradas por recursos como la iteración extrema, la dilatación hiperbólica de un instante o la trivialización de momentos dramáticos. Se apela a la intertextualidad: es en virtud de la mezcla entre hechos que tienen lugar en un espacio-tiempo determinados, siempre involucrando de manera directa al protagonista, recuerdos de éste, que no tienen demasiadas referencias específicas, y fantasías, reconocibles por lo cómico o incluso por lo absurdo de la situación, que se va constituyendo la trama. La historia se va dibujando a través de contenidos más que de formas.
No hay una cristalización de conceptos, ni estereotipos de personajes. Más bien, la película es un espacio de libre diálogo entre distintas perspectivas de la sociedad (el mundo de la religión/de la liberación sexual, el mundo del marketing/del arte, el mundo conservador/de la ruptura, etc.) que a su vez tiene lugar dentro del restringido margen de lo que el director es capaz percibir en ese momento de su vida. Las estructuras de sentido son abiertas, es decir que se neutraliza la resolución de los conflictos en tanto que se rechaza toda respuesta definitiva a los enigmas que se plantean. Esto nos invita a pensar que el rol del espectador paradigmático es activo, que es un “co-jugador" en este juego propuesto por 8 ½ que, en tanto proceso creador hecho objeto estético, genera rupturas de la linealidad entre significado y significante que permiten repreguntar, cuestionar el orden instituido, resignificar y hacer visible lo invisible.
Cuestiones específicas
Piernas de mujer:
En 8 ½ los cuerpos de las mujeres aparecen como cuerpos cotidianos, vividos, verdaderos. Nos centramos específicamente en el aspecto de las piernas de las distintas mujeres: las piernas de la amante, siempre estilizadas y delicadas, las piernas con celulitis de la bailarina del harén, la única que además muestra la cola, las carnes de las piernas de la Saraghina... Cada par de piernas es propio de cada cuerpo de mujer, y no son demasiado parecidos entre sí. Se ven defectos, manchas de la piel, imperfecciones… en contraposición con el único par de piernas que aparece en Nine, propio del cuerpo joven, sano, bello, firme, pulcro, perfecto de la modernidad (Le Bretón 1990:132), disfrazado de distintas maneras generando así la ilusión de identidades diferenciadas (Riviere 1992:30).
Guido, sus mujeres y el amor:
Si bien Guido es la figura central entorno al que van y vienen mujeres que fueron constitutivas de su ser, su protagonismo no implica que las mujeres dependan de él o vivan por él. Tan sólo se trata de cómo él las percibe. Cada cual tiene su vida. Es justamente la complejidad de matices que operan en la caracterización de los personajes de 8 ½ y de las relaciones que mantienen entre ellos lo que permite que diversos discursos circulen con cierta libertad evitando caer en un discurso unívoco. Y en esta lógica, el Guido de Fellini roza por momentos lo “políticamente incorrecto” al incursionar en sus más delirantes deseos. Tal es el caso de la escena en que Guido fantasea con un harén compuesto por todas las mujeres que ama y que amó, quienes se reúnen de buena gana para servirle a él, el hombre-amo-domesticador. Si bien en esta escena se podría leer una exhortación machista a poseer a las mujeres en cuanto objeto e incluso castigarlas ante el menor intento de transgresión, es justamente el carácter irónico, grotesco y desmesurado de la misma lo hace de ella una escena especialmente crítica respecto de las relaciones que objetualizan al ser querido. Esto se reafirma a nivel argumentativo en la última escena, en la que Guido finalmente reconoce que el amor no implica ni posesión, ni el deseo de cambiar a los demás, o la imposición de cambiar uno mismo, sino que el amor es simplemente la aceptación del otro en cuanto otro."
[Fragmento de De un número fraccionado a un número entero: análisis comparativo y crítico de Otto e mezzo y Nine, por Natascha y Karina]
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