viernes, 6 de agosto de 2010

Te conocí bailando en un bar

Me reía con Ana de los ritos de levante del boliche. Atrás, dos tipos hablaban fuerte sobre nosotras, decidimos jugar un poco y nos pusimos a bailar clavándonos mutuamente las miradas. Como si nada, les sonreímos de reojo y volvimos a cruzar miradas. Nos trajeron bebidas, charlamos un rato, nos terminamos los tragos, pegamos media vuelta y los dejamos atrás. "Queremos volver con nuestras amigas" y otra vez todas juntas en ronda, yo sólo conocía a tres.

Me divertía lo borracha que estaba Juana. Le trajeron empanaditas chinas y se quejó del olor. Finalmente se comió una pero nos obligó a olerla. Dejó las otras dos sobre la barra ($60 las tres empanaditas. Es funcionaria del estado. Un cargo importante. ¿Qué son $60? Y yo que pagué $15 el taxi para llegar antes de las diez -no sea que haya que pagar entrada- pensando que de ahora en más sólo tendría que usar productos Día para la casa, al menos este mes, para no quedarme sin un mango). Juana nos refregaba su mano post-empanadita por el pelo, se acercaba a olernos, le molestaba ser la única con aroma a especias.

Yo me alejé un poco del grupo. Una chica, al lado de la tarima, escondía la copa de champagne vacía en su cartera. Me sonreí para mis adentros y entonces, tus primeras palabras. "Qué hermosa sonrisa". No te miré siquiera. Eras uno de tantos que pasaba. Me acuerdo que después le dije a Ana: "pobres los hombres, en estos lugares tienen que estar inventando a cada rato recursos y formas de acercarse a las minas". Es que yo ya tenía en la mira a alguien y no quería perderlo de vista. Me sentía chiquita cuando se daba vuelta hacia mí pero no podía evitar fijar mis ojos en él. Mirar es mi única estrategia. Te fuiste, creo. Y la noche siguió.
Al final, de tan interesante, él que elegí resultó ser aburrido. Lo supe a penas abrió la boca, pero no me lo quise admitir hasta que me encontré pensando en las actividades de mi siguiente día mientras fluían sus historias. Ana me rescató de tanta monotonía y nos fuimos a la barra. Tu segunda aparición: Estás cansada? Porque ya no sonreís. Que denso, pensé. Pero esta vez te registré. No me olvido más de la expresión de tus ojos, algo ingenua pero firme. Ana me susurró algo, ya no recuerdo qué. Nos quedamos hablando vos y yo. Entre Lady Gaga y Barry White nos arrancamos un pedazo de vida. Algunas series, los simpsons, el blues, el soul... De la música y de la vida se fueron uniendo los labios. Con palabras. Sólo con palabras. Hasta que Juana me violentó por atrás: Me voy. Nos vamos todas. Quedate. No, me voy con ustedes.

Esa noche me llamaste por teléfono y me invitaste a tomar algo al otro día. Yo dudé, como hago con todas las cosas. Después vemos, te respondí. ¿Tan pronto me tenías que llamar? Hubiera quedado ahí si dos días después no te hubiera llamado yo para vernos. ¿Por qué? Por esa mirada algo ingenua pero firme. Sólo por eso. No me entendías, yo tampoco a mí, pero está bien. Tomamos tantas cosas esa tarde, un café, el subte, mucho frío.
***
continuará...

4 comentarios:

jb dijo...

¿Es una historia de verdad?
Tanto tiempo!
Saludos nimios! :)

mandrake el vago dijo...

en serio? es de verdad? veinte manogs una empanada? :o :o :P ;)

Adrienne dijo...

Cómo va, tanto tpo?

Nunca confundan autor, narrador y protagonista ;)

De todas formas, es fina la distancia entre ficción y realidad, si es que de hecho la hay.

no?

Y sí, lo de las empanaditas es cierto.

mandrake el vago dijo...

jajajajajaja una regla d eoro jajajajaja Una vez ayudé a una amiga en un trabajo y a mi se me pasó eso, luego lo arreglamos pero qedó por algún lado y significó un punto menos :s :s

No-se-la-pue-do cre-er
lo d elas empanaditas oppio... encima, ¡empanaDITAS!!! por celine dior!!!

(si tiene un rato y se puede pasar por mi nuevo blg a ver qe le parece lo qe estoy haciendo -tiene que ver con una tal ifigenia... ¡y hay coros! (?) ;) ;) )