martes, 30 de diciembre de 2008

El nombre


“-El Domingo ¿no te acordás?

-Sí. Estuve en esa fiesta, eso sí. Pero a usted... No, no la recuerdo. Discúlpeme.”

Bullicio. Muchedumbres que se atraviesan las unas a las otras en la esquina de

Juramento y Cabildo. A la entrada del subte D se recorta en el tiempo la figura de la

muchacha. Sonríe.

“-Yo me acuerdo bien de vos, insiste. Te acercaste con tu copita de vino tinto y me llamaste

por mi nombre.”

Lo confunde con otro. Tal vez no. El hombre canoso frunce el ceño. Mirá, estoy apurado.

¿se tiene que ir? ¿se quiere ir?

“- ¡Tu mail!”

Casi pierde el equilibrio al escucharla.

“- ¿Cómo?

-Pasame tu mail aunque sea, así puedo contactarte.”

El hombre le entrega una tarjeta y se marcha sin saludar ¿harto de que aquella desconocida

le impida continuar con sus actividades?



Todavía no responde el mail. La primera vez que lo leyó, tuvo el impulso de borrarlo.

Después se arrepintió. Lo releyó dos días más tarde, una noche en la que necesitaba sentirse

acompañado. No se animó a llamarla. Al final, Clara terminó con él en la cama. El lunes

salió con su hija y pensó en la muchacha. No abrió su casilla. La noche siguiente llamó a

Nadia. Con ella es con quién mejor suele sentirse. Sin embargo, cuando Nadia se durmió,

él se quedó mirando el techo. Recordaba la expresión de insistencia que... Su nombre. Él se

habría acercado a la chica y la habría llamado por su nombre. Pero ¿cuál era su nombre?



A ver, cerca del Obelisco. Corrientes...Perón al mil doscientos algo. Un lugarcito japonés...

Mil doscientos mil doscientos... Acá, mil doscientos noventa y uno. Chiquitito pero bien

lindo. Lo voy a tener en cuenta. Hola ¿cómo estás? Sí, me encanta este restaurancito. No sé

que sirven, esperá que me fijo y pido. Estoy acostumbrada a comer sushi así que prefiero

probar... Podría ser un “Udón” con camarones por favor. Con té verde. Esperé bastante

tiempo tu respuesta. ¿No había Internet en Paris? Pobre, te debe agobiar trabajar tanto.

Osea que me recordaste. Te hago una pregunta entonces... ¿Cómo me llamo?



Su casamiento no había sido más que un arreglo entre su familia y la de su ex mujer. Quizá

la quiso al principio. Pero no tardaron en empezar las peleas, en notarse las distancias,

en aparecer tensiones. Lali, la nena, no se llevaba demasiado bien ni con él ni con su madre.

Incluso antes del divorcio trataba de alejarse del clima hostil de su hogar. Para él no fue un

problema encontrar compañía: casado o soltero, atraía a las mujeres, y prefería tener varias

amigas que una relación estable. Piensa todavía que enamorarse es cosa de adolescentes,

eso que se pierde cuando uno se da cuenta de toda la mentira que es soñar e ilusionarse, que

eso que enseñan a los chicos, es inútil en una realidad de problemas y responsabilidades.

¿Amor? Nada de eso. La palabra es placer. La muchacha perturba sus pensamientos. No

desea su cuerpo. Desea descubrirla. Vuelve a pensar en ella. Su nombre.


Yo puedo identificarte quién es la chica que me describís porque no pasa desapercibida,

¿no te parece? A demás, no creo que ella tenga algún problema, no estoy violando su

intimidad, vos sos cercano mío, ella es cercana mía... En fin, ya sabés. Te cuento, se llama




“- Te hice venir porque tenía ganas de verte.

- Me parece que es por algo más.

-Sí.”

Esta vez la muchacha tiene un aire bastante altanero y detrás del hermoso tono arenoso de

sus ojos parece esconderse otra persona que él no conoce, desafiante, arrogante.

Aquella otra mujer lo mira cómo quién ansía ver muerta a su victima. Él, la víctima.

“No, piensa el hombre, no me vas a ganar”

“-Antes quiero contarte que no dejo de pensar en vos. Lo que yo pensaba que ya no podía

pasarme, lo volví a sentir con vos. Me enamoraste.”

La muchacha clava sus ojos en él, pero esta vez, algo temblorosos. No dice nada. Ahora te

voy a decir tu nombre. Vas a ser mía.

“-Anya. Te amo.

-Me… Me nombraste. No sé cómo. Vos y yo nunca nos conocimos. Bueno, te felicito.

-¿Nunca nos conocimos?

-Te confundí con otro. Un cliente… En fin. Disculpame. Hubiese preferido decírtelo antes,

pero no me dejaste. Está bien, me intrigaba saber por qué estabas tan nervioso. Por cierto,

no me esperaba tal confesión. Gracias supongo. No es un amor correspondido, claro. Te

las ingeniaste bien para conseguir mi nombre… Tomátelo como un juego. Fue divertido.

Por mi parte entonces, es todo, adiós.


Adrienne

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